Read Monstruos y mareas Online

Authors: Marcus Sedgwick

Tags: #Infantil y juvenil

Monstruos y mareas (8 page)

BOOK: Monstruos y mareas
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—Tal vez, su Señoría, podríamos continuar hablando en un sitio menos… peligroso para los pequeñines.

—Tonterías, he de ver los moldes para el bizcocho. ¿Los tiene listos? Fizz, deja eso ya. ¿No podría una de sus doncellas…?

—¡Isabel! ¡Isabel, ven aquí ahora mismo!

Durante un buen rato no sucedió nada. Finalmente, llegó al trote una doncella desde el cuarto de repostería.

—¿Tú quién eres? —rugió Sartenes—. Tú no eres Isabel.

La doncella respondió con voz temblorosa.

—No, doña Sartenes.

—¿Quién demonios eres, si puede saberse? ¿Y dónde se ha metido Isabel?

—Yo soy Jenny —dijo la chica, sonriendo tontamente. Daba la impresión de que le faltaba valor para continuar.

—¿Y dónde está Isabel? Ella es la única de vosotras capaz de encargarse media horita de estos dos.

—Isabel no está —gimió Jenny.

—¿Qué? —saltó la cocinera, fulminándola con la mirada—. ¿Qué significa que no está?

—Que… que ha desaparecido, doña Sartenes.

—¿Desaparecido? ¡Desaparecido! No seas absurda. ¡Ninguna de mis doncellas desaparece así como así!

—Le ruego que me disculpe, pero no la hemos visto desde el lunes, a la hora del té.

Aquella respuesta dejó pasmada a Sartenes. Mentolina estaba apartando a uno de los monstruitos de una olla capaz de hervirlo enterito y solamente había oído a medias la conversación.

—¿Cómo? ¿Quién ha desaparecido?

Sartenes se había quedado de repente pensativa.

—Isabel, su Señoría. No la han visto desde anteayer.

—¿Quién es Isabel?

—Una de mis chicas —dijo Sartenes—. Bastante mona, no tan tonta como otras. Ha desaparecido.

—Ya veo —dijo Mentolina, irguiéndose en toda su estatura (que no era mucha: un metro cincuenta)—. Ya veo. Y ahora, si tiene la bondad de decirle a esta chica que se lleve cinco minutos a los gemelos, quizá pueda usted mostrarme cómo piensa preparar esos bizcochos…

Me acomodé en una viga y sentí un escalofrío tremendo.

Una marea de agua en la bodega, colas monstruosas en las cavernas, doncellas desaparecidas… y una familia demasiado estúpida para enterarse o preocuparse lo más mínimo.

Era momento de actuar. Mientras Sartenes reñía a Jenny y Mentolina perseguía a Fizz y Buzz, descendí en picado, pesqué una deliciosa corteza del cerdo que se estaba asando en un espetón y me escabullí con mi estilo inigualable.

Fase uno completada. ¡La partida acababa de empezar!

Solsticio lleva

siempre alrededor

del cuello una cinta,

desde que asistió

a su primer

baile de vampiros

y volvió a casa con dos

puntitos bien

visibles

en el cuello.

I
magínate un mundo sin cuervos. Terrorífico, ¿no? Y no obstante, ése era el espantoso futuro que contemplaba ante mí mientras recorría el castillo con la crujiente corteza de cerdo en el pico. Porque, ¿qué pasaría si yo fallara en mi misión, si las aguas arrasaran Otramano y la criatura de la horrible cola se cepillara a todos los supervivientes? Un monstruo con una cola como ésa debe de tener en el otro extremo unos colmillos de miedo. Toda clase de imágenes terroríficas desfilaban al galope por mi cerebro de pájaro.

Me imaginé una serie de desenlaces fatídicos y, como ya he dicho, todos resultaban bastante aterradores, la verdad. Imágenes de monstruos y de mareas incontenibles.

Sí, la cosa se está poniendo espeluznante, pensé, pero no es la primera vez que he sido llamado a salvar el castillo, y tampoco será la última. Me dije a mí mismo que había visto cosas peores (quizá, no estaba seguro) y solté un largo graznido para darme valor.

Ya era hora de poner en marcha la fase dos de mi plan.

Normalmente nunca logro quitarme de encima a ese odioso primate, a esa charlatana bola peluda, a ese mono asqueroso llamado Colegui. Me sigue a todas horas por el castillo con su sonrisa maliciosa, tratando de agarrarme las plumas de la cola y tirándome toda clase de cosas cuando planeo por encima de su cabeza.

Vamos, que no me deja en paz. Así que resultaba bastante irritante —y muy típico de él— que la única vez que yo lo estaba buscando no apareciese por ningún lado.

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