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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Una campaña civil (44 page)

BOOK: Una campaña civil
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—¿Te refieres a lord Dono? Sí. Ivan… nos presentó. ¿No has visto a, um, tu primo todavía?

—Todavía no —Richars sonrió fríamente—. No sé a quién se imagina que está engañando. No es auténtica, nuestra Donna.

Inspirado por la malicia, Miles alzó las cejas.

—Bueno, eso depende de lo que entiendas por autenticidad, ¿no? Trabajan bien en la Colonia Beta. Acudió a una clínica de categoría. No estoy tan familiarizado con los detalles como, digamos, Ivan, pero no dudo de que la transformación fuera completa y real, biológicamente hablando.

» Y nadie puede negar que Dono es un auténtico Vor, y el hijo mayor y legítimo superviviente de un conde. Dos de tres y, en cuanto al resto, bueno, los tiempos cambian.

—Santo Dios, Vorkosigan, no hablarás en serio. —Richars se enderezó y apretó disgustado los labios—. ¿Nueve generaciones de servicio Vorrutyer al Imperio para llegar a
esto
? ¿A este chiste sin gracia?

Miles se encogió de hombros.

—Eso, evidentemente, lo tiene que decidir el Consejo de Condes.

—Es absurdo.
Donna no puede heredar
. Mira las consecuencias. Uno de los primeros deberes de un conde es engendrar a su heredero. ¿Qué mujer en su sano juicio se casaría con ella?

—Hay algo para cada uno, según dicen —una idea esperanzadora. Sí, y aunque Richars consiguiera casarse, ¿sería muy duro?—. Y producir herederos no es exactamente el único requisito para el trabajo. Muchos condes no han engendrado a su sustituto, por un motivo u otro. Mira al pobre Pierre, por ejemplo.

Richars le dirigió una mirada cauta y molesta, que Miles decidió no advertir.

—Cuando lo vi, Dono parecía causar muy buena impresión en las damas.

—Eso no es más que las malditas mujeres parloteando juntas, Vorkosigan —Richars vaciló, herido—. ¿Dices que
Ivan
la trajo?

—Sí.

Miles seguía sin tener claro cómo había forzado a Ivan, pero no tenía ninguna gana de compartir sus especulaciones con Richars.

—Se acostaba con ella, ya sabes. Igual que la mitad de los hombres de Vorbarr Sultana.

—He oído… algo.

Lárgate, Richars. Ahora no quiero soportar tu apestoso concepto del ingenio
.

—Me pregunto si todavía… ¡bueno! ¡Nunca había pensado que Ivan Vorpatril cojeara de ese pie, pero vivir para ver!

—Um, Richars… esto no se sostiene —señaló Miles—. No puedes deducir lógicamente que mi primo Ivan sea homosexual por acostarse con Dono, cosa que no creo que esté haciendo, a menos que reconozcas simultáneamente que Dono es un varón. En ese caso, su reclamación del condado Vorrutyer tiene base.

—Creo —dijo Richars al cabo de un instante—, que tu primo Ivan puede ser un joven muy confuso.

—En eso, creo que no —suspiró Miles.

—Es irrelevante —Richars descartó bruscamente la cuestión de la sexualidad de Ivan, fuera cual fuese.

—Estoy de acuerdo.

—Mira, Miles —Richars tendió las manos en un gesto razonable—. Sé que los Vorkosigan habéis apoyado a los progresistas desde que acabaron los tiempos de Piotr, igual que los Vorrutyer siempre hemos sido conservadores. Pero esta broma de Donna ataca la base del poder Vor mismo. Si los Vor no permanecemos unidos en ciertos asuntos fundamentales, llegará el momento en el que no tengamos base en la que apoyarnos. Supongo que puedo contar con tu voto.

—La verdad es que no había pensado en el asunto.

—Bueno, pues piénsalo ahora mismo. El tiempo corre.

Muy bien, muy bien, admitido, el hecho de que Dono divirtiera a Miles muchísimo más que Richars no era en sí mismo algo que lo calificara para ser conde. Iba a tener que dar marcha atrás y evaluar el caso. Miles suspiró y trató de obligarse a atender con más seriedad la exposición de Richars.

—¿Hay algún asunto que estés atendiendo en el Consejo en este momento, especialmente? —sondeó Richars.

Richars pretendía un intercambio de votos, o más adecuadamente, un intercambio de votos futuros, ya que, al contrario que el de Miles, su voto era humo ahora mismo. Miles reflexionó.

—Ahora mismo no. Tengo interés personal en la reparación del espejo solar komarrés, ya que creo que será una buena inversión para el Imperio, pero Gregor parece contar con mayoría holgada en ese tema.

En otras palabras, no tienes nada que yo necesite, Richars. Ni siquiera en teoría
. Pero añadió tras un instante más de reflexión:

—Por cierto, ¿qué opinas del dilema de René Vorbretten?

Richars se encogió de hombros.

—Desafortunado. No es culpa de René, supongo, pobre hombre, pero ¿qué se puede hacer?

—¿Confirmar a René en su derecho? —sugirió Miles tímidamente.

—Imposible —dijo Richars con convicción—. Es
cetagandano
.

—Estoy intentando pensar con qué posible criterio podría describir nadie a René Vorbretten como cetagandano —dijo Miles.

—La sangre —dijo Richars sin vacilación—. Afortunadamente, hay una línea Vorbretten no manchada que puede ocupar su sitio. Imagino que Sigur encajará bien en el condado de René, con el tiempo.

—¿Le has prometido a Sigur tu voto?

Richars se aclaró la garganta.

—Ya que lo mencionas, sí.

Por tanto, Richars poseía ahora la promesa del apoyo del conde Vormoncrief. Nada que hacer por René en ese pequeño círculo. Miles se limitó a sonreír.

—Este retraso en mi confirmación ha sido enloquecedor —continuó Richars después de un momento—. Tres meses perdidos, mientras que el distrito Vorrutyer se malgasta sin una mano que lo controle, y Donna va por ahí regocijándose en su bromita de mal gusto.

—Mm, este tipo de cirugía no es trivial ni indolora. —Si había una tecnocultura en la que Miles era experto, era la medicina moderna—. En cierto sentido, Dono ha matado a Donna para tener esta oportunidad. Creo que va completamente en serio. Y al haber sacrificado tanto, imagino que es probable que valore el premio.

—No estarás… —Richars parecía sorprendido—. No estarás pensando en votar por ella, ¿no? ¡No podrás imaginarte a tu padre apoyando eso!

—Claramente, si yo lo hago, él lo hace. Soy su Voz.

—¡Tu abuelo se revolvería en su tumba! —dijo Richars, mirando en derredor.

Miles le ofreció una sonrisa sin humor.

—No sé, Richars. Lord Dono causa una excelente primera impresión. Puede que lo reciban en todas partes por curiosidad al principio, pero puedo imaginar perfectamente que luego lo hagan por sus propios méritos.

—¿Por eso la recibiste en la mansión Vorkosigan, por curiosidad? He de decir que no ayudaste a los Vorrutyer con eso. Pierre era raro (¿no te enseñó nunca su colección de sombreros forrados de papel dorado?), y su hermana no le va a la zaga. A esa mujer deberían encerrarla en un desván por este asunto de locos.

—Deberías superar tus prejuicios y ver a lord Dono. —
Puedes marcharte en cualquier momento, de hecho
—. Encandiló a lady Alys.

—Lady Alys no vota en el Consejo —Richars le miró intensamente, frunciendo el ceño—. ¿Te… encandiló a ti?

Miles se encogió de hombros, obligado a ser sincero.

—Yo no iría tan lejos. No fue mi principal preocupación esa noche.

—Sí —dijo Richars a regañadientes—. Me he enterado de tu problema.

¿Qué?
Bruscamente, Miles descubrió que Richars había conseguido atraer toda su atención.

—¿A qué problema te refieres? —preguntó en voz baja.

Richars sonrió agriamente.

—A veces me recuerdas a mi primo By. Tiene mucha práctica haciéndose el inocente, pero no es tan bueno como pretende. Creía que serías consciente de que hay que sellar las salidas antes de disparar una trampa como ésa. Aunque ahora tengo en alta consideración a la viuda de Alexi por haberse enfrentado a ti.

—¿LA viuda de Alexi? —jadeó Miles—. No sabía que Alexi estuviera casado, y mucho menos muerto. ¿Quién es la afortunada dama?

Richars le dirigió una mirada de no-seas-estúpido. Su sonrisa se hizo más extraña, como si hubiera advertido que había sacado por fin a Miles de su irritante indiferencia.

—¿No es un poquito obvio, milord Auditor? ¿Un poquitín obvio? —se echó atrás en su silla, mirándolo con los ojos entornados.

—Me temo que me he perdido —dijo Miles, sin ninguna inflexión. De manera tan automática como el respirar, el rostro, la postura, lo gestos de Miles pasaron a modo de Seguridad.

—¿La conveniente muerte de tu administrador Vorsoisson? Alexi piensa que la viuda no se había dado cuenta antes de cómo, y por qué, murió su marido. Pero a juzgar por la airada marcha de tu fiesta de pedida, toda Vorbarr Sultana cree que ahora lo sabe.

Miles controló su expresión, sin dejar traslucir más que una leve sonrisa.

—Si estás hablando de Tien, el difunto esposo de la señora Vorsoisson, murió en un accidente con una mascarilla de oxígeno.

No añadió
yo estaba delante
. No parecía… conveniente.

—Una mascarilla, ¿eh? Muy fácil de manipular. Se me ocurren tres o cuatro formas de hacerlo sin esforzarme siquiera.

—Una motivación sola no implica asesinato. O… ya que eres tan rápido en eso, ¿qué pasó la noche en la que murió la prometida de Pierre?

Richars alzó la barbilla.

—Fui investigado y exculpado. Tú no. Ahora bien, no sé si lo que se dice de ti es cierto, ni me importa gran cosa. Pero dudo que a ti no te importe.

—No —la sonrisa de Miles permaneció fija—. ¿Te gustó participar en esa investigación?

—No —respondió Richars sin tapujos—. Pequeños bastardos oficiosos metiendo la nariz en mis asuntos personales, ninguno de los cuales era cosa suya… mancharme todo de babas por la pentarrápida… A los proles les encanta tener un Vor a la vista, no te lo puedes ni imaginar. Se mearían encima de gusto por poder meterle mano a alguien de tu rango. Pero probablemente estás a salvo, porque el Consejo está por encima de todos nosotros. Haría falta ser tonto para presentar una acusación, ¿y qué se conseguiría? No se ganaría nada.

—No.

Semejante acusación sería anulada, por motivos que Richars no sabía… y Miles y Ekaterin tendrían que soportar las espantosas especulaciones que vendrían a continuación. No se ganaría nada de nada.

—Excepto posiblemente para el joven Alexi y la viuda Vorsoisson. Por otro lado… —Richars miró a Miles, conjeturando—. Habrá considerables beneficios para ti si alguien no presenta esa acusación. Veo un posible panorama en el que todos ganan.

—¿De veras?

—Vamos, Vorkosigan. Los dos somos tan Viejos Vor como es posible serlo. Es estúpido por nuestra parte estar discutiendo cuando los dos deberíamos estar del mismo lado. Nuestros intereses marchan juntos. Es una tradición. No finjamos que tu padre y tu abuelo no fueron unos chaqueteros cuando hizo falta.

—Mi abuelo… adquirió su sabiduría política de los cetagandanos. Luego el Emperador Loco Yuri le ofrecido instrucción de posgraduado. Mi abuelo enseñó a mi padre.

Y los dos me enseñaron a mí. Ésta es la única advertencia que recibirás, Richars
.

—Para cuando conocí a Piotr, la política de partidos de Vorbarr Sultana era sólo un pasatiempo divertido para él, para entretenerse en la vejez.

—Bueno, pues ahí lo tienes. Creo que nos entendemos bastante bien.

—Ya veremos. ¿Entiendo que estás ofreciendo no acusarme de asesinato, si voto por ti y no por Dono en el Consejo?

—No me parece un mal trato.

—¿Y si otro hace la acusación?

—Primero tendría que importarle, y luego tendría que atreverse. No es tan probable, ¿no?

—Es difícil decirlo.
Toda Vorbarr Sultana
parece de pronto que asistió a mi tranquila cena familiar. Por ejemplo, ¿dónde te enteraste de esa… invención?

—En una tranquila cena familiar —sonrió Richars, obviamente satisfecho de la desazón de Miles.

¿Y qué ruta había seguido la información? Dioses, ¿había un fallo de seguridad tras las palabras de Richars? Las implicaciones potenciales iban más allá de una lucha por la herencia de un Distrito. SegImp iba a pasar un buen rato investigando aquello.

Toda Vorbarr Sultana
. Ohmierdaohmierdaohmierda.

Miles se echó hacia atrás, alzó la cabeza para mirar directamente a los ojos a Richars, y sonrió.

—Sabes, Richars, me alegro de que hayas venido a verme. Antes de tener esta pequeña charla, no había decidido qué iba a votar en el asunto del Distrito Vorrutyer.

Richars pareció complacido, al verle plegarse tan fácilmente.

—Estaba seguro de que íbamos a entendernos.

El intento de soborno o chantaje a un Auditor Imperial era traición. El intento de soborno o chantaje a un conde de Distrito durante la lucha por los votos entraba más en la práctica normal del negocio; los condes esperaban tradicionalmente que sus amigos se defendieran solos en ese juego, o que los consideraran demasiado estúpidos para vivir. Richars había venido a ver a Miles como conde con derecho a voto, no como Auditor. Cambiar de profesión, y las reglas del juego, en medio de la historia parecía injusto.
Además, quiero el placer de destruirlo yo mismo
. Lo que SegImp encontrara además sería asunto de SegImp. Y SegImp no tenía ningún sentido del humor. ¿Tenía Richars idea de qué tipo de palanca estaba intentando ejercer? Miles le dedicó una sonrisa.

Richars se la devolvió, y se levantó.

—Bien. Tengo que ver a otra gente esta tarde. Gracias, lord Vorkosigan, por tu apoyo.

Tendió la mano. Miles la aceptó sin vacilación, la estrechó con firmeza y sonrió. Lo acompañó sonriente hasta la puerta de su suite cuando Pym llegó para escoltarlo hasta la salida, y siguió sonriendo mientras sus pasos bajaban por las escaleras, y sonrió hasta que oyó las puertas cerrarse.

Luego la sonrisa se convirtió en una mueca. Recorrió tres veces la habitación en busca de algo que no fuera una antigüedad demasiado valiosa para romperla, no encontró nada que encajara con la descripción y se contentó con sacar la daga-sello de su abuelo de la vaina y lanzarla contra el marco de la puerta de su dormitorio. El satisfactorio zumbido del golpe se desvaneció demasiado rápidamente. En unos minutos recuperó el control de su respiración y sus imprecaciones, y obligó a su rostro a adoptar una expresión neutra. Fría, tal vez, pero neutra.

Entró en su estudio y se sentó ante la comuconsola. Descartó una repetición del mensaje de aquella mañana de Ivan para que lo llamase, aunque decía
urgente
, y conectó la línea segura. Un poco para su sorpresa, contactó a la primera con el jefe de SegImp, el general Guy Allegre.

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