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Authors: Blue Jeans

Tags: #Infantil-Juvenil, Romantico

¿Sabes que te quiero? (14 page)

BOOK: ¿Sabes que te quiero?
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—Son mis amigos. ¿Puedes abrir? —le indica con una sonrisa, nadando hacia la escalera.

—¡Abre tú! ¡Imbécil!

agarrando a su novio de la mano, se mete dentro de la casa. Alan sonríe, le encanta hacerla rabiar.

Sale de la piscina pero no tiene toalla con la que secarse. Así que, mojado y descalzo, atraviesa el salón y llega hasta el portero automático donde por una pequeña pantallita ve a los recién llegados. Entre ellos está Paula. Preciosa, como siempre. Sonríe y la observa durante unos segundos hasta que el tipo que va junto a Miriam, que cree recordar que se llama Armando, toca otra vez el timbre. Alan entonces descuelga el telefonillo y les da la bienvenida.

—Hola chicos. Me alegro mucho de que hayáis venido. Adelante.

pulsa el botoncito que abre la puerta.

Los seis entran de uno en uno en la casa en la que pasarán un fin de semana que nunca en sus vidas iban a olvidar.

Capítulo 24

Esa mañana de finales de junio, en un lugar de la ciudad.

Le da un último beso, un pequeño pico en los labios, y sonríe. Escampa la tempestad, pero lejos está la calma. Es solo un respiro a la tensión que se había acumulado.

Ángel regresa a la silla de empleados, donde se sientan los que reciben órdenes, y contempla frente a frente a Sandra, que continúa en el sillón del jefe. Le sienta bien. Todos están seguros de que ella algún día ocupará el lugar de su padre, y será por méritos propios.

—Bueno, ¿
y
ahora sí me vas a decir qué era eso que tenías que contarme? —pregunta el periodista, mientras alcanza un folio, que dobla por la mitad, y un bolígrafo.

—No hace falta que apuntes nada.

—Bien.

Sandra busca entre los documentos que hay encima de la mesa hasta que encuentra una carpeta azul. La abre, revisa rápidamente lo que contiene y se la entrega a Ángel. El chico comienza a examinar curioso el informe y no puede evitar sobresaltarse cuando ve su foto. No puede ser. ¡Es ella!

—Ahí tienes información sobre un reportaje que queremos que hagas. Dos páginas completas para el suplemento del domingo. Entrevista informal, directa y divertida. Como la que le hiciste para tu anterior revista.

—Pero...

—Es para dentro de dos semanas, así que tenia cuanto antes, por favor.

Ángel permanece en silencio. Pasa una hoja tras otra. Hay más fotos. En todas sale preciosa, misteriosa, como es ella. Con su pelo rosa, algo más largo de lo que lo tenía la última vez que la vió. Fue en el cumpleaños de Paula. Aquel extraño viernes en el que la rechazó. Y Katia desde entonces no rompió su promesa. Nunca más volvió a llamarle. El tampoco la echó demasiado de menos. Tenía las cosas claras respecto a sus sentimientos hacia la cantante. En realidad, fue un alivio. Además, con lo de Paula apenas tuvo tiempo de pensar en ella. Sin embargo, ahora todos los recuerdos de aquella semana intensa le llegan de golpe. ¿Se tiene que enfrentar de nuevo a todo eso? Resopla. Pero en la carpeta hay algo más.

—¿Quién es este? —le pregunta, señalando en una foto a un chico sonriente que posa junto a Katia.

Sandra se pone de pie y observa la imagen más de cerca.

—Es Alejandro Oyóla Azurmendi, un escritor.

—¿Un escritor?

Ángel examina la fotografía más detenidamente. Ese chico le resulta familiar. ¿Dónde lo ha visto? Y de repente, lo recuerda. Y si el sobresalto tras ver a Katia fue grande, la sorpresa al descubrir quién es aquel escritor se multiplica por cien.

—Te explico un poco la historia. Katia y Alejandro están trabajando en un proyecto en común. Ella le ha escrito una canción para promocionar su libro, Tras la pared, que aún no está a la venta.

—¿Una banda sonora para un libro? ¿Como si fuera una película?

—Sí. Esa canción que se llama... —Sandra le arrebata la carpeta y busca el nombre del tema—. Aquí está:
Amor sin edad
. Irá además incluida en una edición especial del disco de Katia. ¿Quieres oírla?

—Bueno...

La chica teclea en el ordenador portátil de su padre «www. traslapared.com» y pulsa
enter
. Enseguida, se abre una página con ilustraciones de varios de los personajes del libro y de fondo se oye la dulce voz de la cantante.

—Esta es la página oficial del libro. Por lo visto ha sido un fenómeno social en la Red, con cientos de seguidores. Por eso, y gracias a la ayuda de Katia, el libro dentro de poco estará publicado en papel por una editorial.

—Ajá.

Ángel escucha la canción. Habla de que para el amor no existen edades: cualquier persona puede querer a cualquier otra sin importar la fecha de nacimiento ni el carné de identidad. Si esa es la temática del libro, ¿se habrá inspirado aquel chico en Paula para escribirlo? Cuando lo conoció en la fiesta de cumpleaños parecían muy amigos. Demasiado amigos. ¿Mantendrán el contacto todavía? ¿Y si están juntos? ¿'Lo abandonó por él?

Sandra cierra el portátil y la canción deja de sonar.

—Es una bonita historia y tú eres el más adecuado para contarla. ¿No te parece?

—No lo sé —responde pensativo.

Pero sí que lo sabe: no es la persona apropiada para hacer aquel reportaje. Está demasiado implicado personalmente con los protagonistas. Katia le persiguió durante días, incluso casi tuvieron sexo y la relación terminó de la peor manera posible. Y Alex es amigo de Paula, con todo lo que eso implica.

—Pues yo sí lo sé. Y lo que es más importante: mi padre, el director de este periódico y quien te paga, también lo sabe. Y como su palabra va a misa y es una orden directa de él...

Si es cosa de don Anselmo, no se puede negar. Además, levantaría demasiadas sospechas.

—No se hable más. El lunes llamaré al agente de Katia y le pediré una entrevista para esta semana.

—Eso no será posible.

—¿Cómo?

—Katia ya no tiene representante. Debes llamar a este número, que es el que la discogràfica nos ha facilitado para ponernos en contacto con ellos para este asunto. Es de la persona que se encarga del tema de los medios en el proyecto —señala la periodista, indicando un teléfono subrayado en amarillo en la parte de atrás de la carpeta.

—De acuerdo.

Ángel intenta sonreír. Parece que el destino se opone a que algunos pasajes de su vida queden atrás definitivamente. Pero tampoco puede negarse a hacer el reportaje. Es un profesional y debe demostrarlo. Se lo debe a su jefe, que confió en él, y se lo debe a sí mismo. Y tal vez también sea una .buena oportunidad para arreglar las cosas con la chica del pelo rosa.

Esa mañana de finales de junio, en otro lugar de la ciudad.

—Hola, pasa.

Beso en la mejilla.

Hace un precioso día de verano. Y aquel lugar es perfecto para disfrutar de él. A Katia le encanta, desde la primera vez que fue: apartado de la ciudad, lejos de ruidos, atascos, y sobre todo, de gente que la reconozca y la pare por la calle. La casa de Álex es un oasis de tranquilidad.

La cantante y el escritor caminan hasta el salón. En las últimas semanas se han visto varias veces. Han entablado una buena amistad, que ambos necesitaban tras los acontecimientos de marzo. Aunque de Paula y de Ángel han obviado hablar durante todo ese tiempo.

—¿Qué tal has dormido?

—Bien, aunque no demasiado. Me quedé despierto hasta bastante tarde.

—¿Con cosas del libro?

—Sí. Haciendo un poco de promoción en Internet.

—Cuánto estás trabajando...

—Hago lo que puedo.

—Tras la pared va a ser un éxito, ya lo verás.

—Eso espero. Un gran porcentaje será gracias a ti.

—Yo no tengo mérito, solo te ayudo a promocionarlo. El que ha hecho todo eres tú solo.

La pareja entra en el salón. Katia se sienta en un lado del sofá. Alex permanece de pie.

—¡Qué bien se está aquí...! —dice, echándose hacia atrás y estirando los brazos.

—¿Quieres un café?—pregunta el chico con una sonrisa. Ya sabe la respuesta.

—Claro. ¿Te ayudo?

—Por supuesto que no. Ya está todo preparado.

Le guiña un ojo y se dirige a la cocina. Al minuto aparece con una bandeja con dos tazas de café y dos cruasanes. La coloca en la mesa y se sienta junto a la cantante, que alcanza el que tiene más leche y el cruasán más pequeño.

—¿Estás nervioso? Quedan dieciséis días para que salga a la venta —indica, mientras se echa azúcar.

—Un poco. Tengo ganas de verlo ya en las librerías. Es como un sueño. Y se va a hacer realidad.

—Sé lo que se siente. Cuando me enseñaron por primera vez la portada de mi disco fue una alegría inmensa.

—Imagino que la sensación será parecida. Además, será también un momento muy bonito para todos los lectores que han visto cómo ha ido creciendo el libro en Internet. Por ellos también me alegro mucho.

La chica sonríe y moja el cruasán en el café. Luego lo muerde. Está relleno de chocolate.

—Eres un genio —dice, con la boca llena.

Se inclina sobre él y le vuelve a besar la mejilla sin que este lo espere.

—¡Hey, que me manchas! —protesta Alex, riéndose.

Parte un trocito de su cruasán con la mano y se lo lanza a Katia. El pedacito rebota en su cuello y entra por el escote de la camiseta.

—¿Pero qué haces?

—¡Has empezado tú!

La chica arruga la nariz y la frente y, apretando los labios, se lanza contra el escritor, al que logra tumbar en el sofá con esfuerzo. Está encima de él. Jadeante. Sus labios respiran cerca. Se adentran en sus pupilas. Aroma a café con leche.

—¿Pero qué es esto? ¡Iros a un motel! —exclama una voz femenina.

La pareja se incorpora cuando escuchan a la recién llegada.

—Hola, Irene —saluda Katia, sentándose de nuevo y arreglándose la camiseta, que se le ha subido un poco.

—Hola, Katia —responde alegremente. Se sienta en el sillón que está libre y coge el cruasán que le correspondería a Alex—. ¿No te importa, verdad? Todavía no he desayunado.

El chico le indica con un gesto que se sirva.

—¿Qué tal va todo? —pregunta la cantante, que ahora retoca su pelo.

—Con muchísimo jaleo. Mi querido hermano y su librito me dan mucho trabajo.

—Fuiste tú la que te ofreciste ¿no? —interviene Alex.

—Lo sé, lo sé.

Irene suspira. Ser la encargada de la web de
Tras la pared
, llevar el tema de los medios de comunicación y estar pendiente de las fans son tareas que implican muchas horas. Nunca pensó que cuando le insistió tanto a su hermanastro en echarle una mano con todo lo referente al libro, convirtiéndose en una especie de representante, tendría tanto que hacer.

—¿Has encargado ya las camisetas para el concurso?

—Sí. Están ya pedidas. Tres.

—Bien.

—¿Es para el concurso de vídeos de
Tras la pared
? —pregunta Katia, que da el último bocado a su cruasán.

—Sí. A los tres mejores les vamos a regalar una camiseta. Y además utilizaremos esos vídeos para promocionar el libro en la Red. La editorial está de acuerdo.

—Es una suerte que os dejen a vosotros participar en la promoción.

—Es una editorial pequeña. Todo lo que sea ayuda de nuestra parte, les viene perfecto —indica Irene, que se pone de pie—. Bueno, os dejo. Voy a correr un rato. Así me despejo de tanto TLP.

La chica se despide con la mano y se marcha a realizar su carrera matinal diaria. Los mismos cinco kilómetros que repite cada mañana desde que volvió a la casa de su hermanastro.

—Cómo ha cambiado tu hermanastra —comenta Katia cuando oye que se cierra la puerta principal de la casa.

—Los dos meses que pasó con el señor Mendizábal le vinieron muy bien.

—Le cogió mucho cariño, ¿verdad?

—Sí. Muchísimo. Para ella fue un palo muy grande que muriese.

—También lo fue para ti.

—Sí. Siempre le estaré agradecido a Agustín por todo lo que hizo por mí y porque convirtiera a Irene en lo que es hoy en día. Pero la vida continúa.

Alex resopla. Termina su café y se pone de pie con la bandeja en las manos. Sonríe a Katia y camina hasta la cocina. Ella lo observa con admiración. Le gusta. Y aunque quizá nunca lleguen a nada, cada vez disfruta más con su compañía.

Capítulo 25

Esa mañana de finales de junio, en un lugar a las afueras de la ciudad.

—Bueno, ¿qué? ¿Os gusta?

Los seis chicos han quedado fascinados. Aquella casa es la más increíble que han visto jamás. Es enorme. Una mansión con piscina, dos pistas de tenis y otras dos de pádel, un merendero, cuatro jardines, uno en cada vertiente del terreno, que rodean al edificio principal... Incluso hay un pequeño lago artificial en la zona más al sur, lleno de peces de todos los colores.

—¿Y cuánta gente trabaja aquí? —pregunta Cris, que está tan fascinada como el resto.

—Unas veinte personas. La mayoría de los que viven con nosotros lo hacen allí —dice Alan, señalando una casita a lo lejos—. No os preocupéis, no nos molestarán. Como mis tíos no están, a muchos se les ha dado el fin de semana libre —añade con una sonrisa.

El grupo entra en un salón inmenso, que es donde la familia normalmente se reúne para comer.

—¡Esto es impresionante! —exclama Miriam, que se agarra del brazo de Armando.

El chico la besa en el hombro. Está muy contento. Ya le ha echado el ojo al Ferrari con el que Alan apareció el otro día. Está aparcado en un gran garaje junto a otro deportivo y dos coches más, uno de ellos descapotable y otro un todoterreno. Ha calculado que la suma del precio de todos estaría por encima del millón de euros. Quizá Alan le deje subir a alguno.

—¡Cómo me apetece darme un baño! —grita Diana, que se ha recuperado del mareo de antes, aunque sigue sin encontrarse completamente bien. En ocasiones siente que le faltan fuerzas y se tiene que apoyar disimuladamente en alguno de sus amigos o en alguna parte para no caerse al suelo.

—Ahora vamos a la piscina. Pero antes os voy a indicar cuáles son vuestras habitaciones. Seguidme.

Los chicos caminan tras Alan, que sube a la primera planta.

—Tenemos tres habitaciones libres. Así que dos en cada cuarto. ¿Qué os parece? —pregunta, mirando primero a Mario y después a Paula. Ellos dos han sido los que menos entusiasmo han mostrado por el momento.

—Me parece bien —responde la chica muy seria, apartando enseguida sus ojos de la penetrante mirada del francés.

A ella también le ha encantado aquel sitio. Vivir en un lugar así está al alcance de solo unos pocos privilegiados. Pero no quiere dejarse llevar por la majestuosidad de aquella casa. Bajar la guardia sería un error.

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