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Authors: German Castro Caycedo

Objetivo 4 (26 page)

BOOK: Objetivo 4
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—Este carro va echando candela. Una llanta trasera se está quemando.

—¿Qué sucedió? Fíjense bien —pregunté.

Que por el impacto se le doblaron algunas latas y quedaron contra la llanta: el rozamiento la frenaba y, claro, el carro del objetivo escapó. Unos segundos después cruzaron los vehículos de la Policía que se habían demorado en partir porque estaban estacionados en sentido contrario.

Pero sucede que reportaron que la camioneta blanca iba de escolta pero no informaron que ya habíamos bajado a los bandidos y la teníamos nosotros, y los que se hallaban apostados en la vía empezaron a dispararnos.

¿Qué hicimos? Mostramos las chaquetas de identificación, hicimos señas con ellas y gritamos que también éramos de la Policía.

Llegamos hasta el pueblo más cercano y empezamos a buscar por todos los rincones: ¿Dónde está la camioneta plateada? ¿Dónde está? Unos minutos después la reportaron abandonada en una estación de gasolina.

Llegamos al sitio y, claro, la habían dejado con las puertas abiertas, los vidrios rotos, la agenda del oficial, su pistola, objetos personales, los refrescos y parte de la comida que habían comprado.

En ese momento vimos llegar a una señora.

—¿Usted quién es?

—La esposa del oficial.

Dialogamos. Dijo que no sabía con quién iba su marido. Luego nos explicó:

—Íbamos por la ruta de la Sierra, nos hicieron entrar a un lugar, allí se subieron dos señores y, bueno... Cuando llegamos al peaje, el que venía en el asiento de adelante detuvo el carro con el freno de mano y le dijo a su amigo:

—Usted corra hacia aquel lado y yo me abro hacia la izquierda.

Y a mi esposo:

—Usted siga en dirección a Santa Marta.

Los dos señores se alejaron corriendo.

Finalmente el oficial se vio vencido y la hizo bajar del carro. Más adelante, en otro punto, dejó a la niña y él continuó en la camioneta, la llevó más adelante, la dejó y se fue.

Un poco después apareció la chica. La vimos muy alterada, una niña de unos trece años, calculo yo, pero estaba supremamente nerviosa, pálida, preguntaba dónde estaba su padre. Lo único que le importaba en ese momento era saber de él.

La esposa inicialmente intentó fingir que no sabía qué estaba ocurriendo, pero la niña sí, y sabía también que se trataba de alguien peligroso y era muy buscado, pero no precisaba de quién se trataba.

En ese momento reportaron que había una persona caminando por la vía principal, que llegó a una venta callejera y pidió un café. Era el oficial.

El tipo era de una trayectoria muy buena. Su jefe directo, que la conocía, le preguntó:

—¿Desde cuándo?

—Años.

Ese oficial fue un comandante exitoso de la Policía en el sur de aquel punto, donde estaban en guerra las bandas criminales Los Nevados y Las Águilas Negras. En aquel momento cada grupo le entregaba a él a los de la pandilla enemiga.

ISMAEL (Oficial superior)

Inmediatamente escaparon del peaje, traté de comunicarme con la patrulla ubicada en un lugar llamado La Loma del Bálsamo por donde ellos tenían que cruzar, para ordenarles que taponaran la vía, pero... Luego lo he pensado y creo que aquel no era el momento para capturarlos. ¿Por qué?

Porque cuando tratamos de comunicamos nos dimos cuenta de que allí no operaban los radios, no había señal de celulares... Estábamos en un punto muerto de emisión.

Total, nos fuimos, llegamos a La Loma del Bálsamo y los hombres de la patrulla que taponaba el lugar dijeron que la camioneta no había cruzado por allí. Se habían desviado.

Regresamos, hice venir a la gente que se hallaba en otros sitios, nos concentramos en el peaje y empezamos a buscar entre ese lugar y La Loma, y estando en ese ejercicio encontramos al oficial.

Se sorprendió cuando nos vio y al comienzo guardó silencio. Insistimos en preguntarle y no respondía. Finalmente comentó que estaba paseando en Santa Marta.

Nos dedicamos nuevamente a buscar al objetivo y a su compañero, de acuerdo con la versión de la señora según la cual "En la primera curva antes del peaje se bajaron dos señores".

Llegamos allí, encontramos una gorra vieja, rota, y una agenda muy pequeña con los números de dos teléfonos. Hicimos venir a más gente de la nuestra y empezamos otro barrido en ese sector.

Duramos una noche entera y un día buscando al bandido en aquel lugar dominado por él, pero en ese momento su gente no estaba en esa Área. La zona en parte son potreros, en parte bosque y terreno ondulado. Hacia arriba comenzaba lo que era su sector.

La verdad es que empezábamos a reducirle el espacio a Pablo Arauca y ordenamos intervenir uno de los teléfonos que encontramos anotados en la agenda abandonada al lado de la gorra.

A los cuatro días sonó. Pablo Arauca generalmente ponía a hablar a sus escoltas, pero esa vez lo hizo él. Dijo que estaba Bosconia adentro, no lejos de allí, que lo sacaran porque en cualquier momento iba a ser capturado.

La comunicación fue con Chely, el mismo que había buscado al oficial para que lo evacuara del entorno.

Efectivamente el objetivo había llegado allí luego de lo del peaje y estaba escondido hacía dos días en una finca del lugar, mientras sus hombres coordinaban un plan para evacuarlo. Nosotros desplegamos a nuestra gente vestida de civil en un área extensa, nuevamente con el ánimo de que apareciera algún informante, con la esperanza de que él hablara una vez más por aquella línea y desde luego, con el ánimo de que fuera localizado en algún puesto de control. Esos fueron montados durante las veinticuatro horas con gente diferente a la anterior y a lo largo de la vía por la cual salía la cocaína buscando a Cúcuta en la frontera y luego a Venezuela. Todo este sector era controlado por Chely.

Bueno, por fin sonó el teléfono de la agenda. Dijeron:

—De aquí nos vamos.

Pero no se sabía por qué lado, en qué vehículo, hacia dónde. Cero detalles.

En los puestos de control detenían a cuanto carro cruzaba y les hacían una requisa muy detallada y en un momento dado cruzó una camioneta con Chely y dos señoras. Ese era el perfil bajo del asunto: con dos señoras. De todas maneras la policía de carreteras lo hizo detener, pero uno de nuestros muchachos, ahora uniformado, lo reconoció y tomó su radio:

—Tenemos a Chely.

Lo capturamos, pero no se sabía si iba adelante o detrás del carro del objetivo.

Me comuniqué con el comandante de la Policía local, le dije que había caído uno de los delincuentes, pero que no debíamos alertar porque ese no era el objetivo.

—El objetivo es el otro. Deténganlo y empiecen a presionarlo: que los documentos del carro, que si el repuesto de la llanta, que si el extintor de fuego...

El bandido llevaba en su camioneta un generador eléctrico, estufas, ollas... Una mudanza de alguien que cambiaba de zona.

Lo más relevante era que entre tantas cosas estaba el tal generador, es decir, una planta eléctrica que se utiliza en fincas lejanas.

Bueno, cruzaron por allí carros y carros y carros y no tuvimos más remedio que decirle al tal Chely:

—Usted queda capturado porque hay una orden judicial en contra suya.

Una vez más se nos había escapado Pablo Arauca.

En la billetera de Chely habíamos encontrado un numerito subrayado y diez días más tarde, cuando creíamos que no iba a funcionar, lo escuchamos. Sonó muy lejos de allí: el objetivo se encontraba ahora en Bogotá, a cientos de kilómetros y a cientos de montañas de allí.

Desde ese momento, todo lo que estaba alrededor de Chely era muy importante para nosotros. Tan importante como el escolta que habíamos capturado en la segunda camioneta en aquel peaje, porque dentro de sus cosas encontramos la memoria de una cámara con la que se había tomado fotografías con Pablo Arauca en la Sierra Nevada, y otras imágenes que más adelante nos iban a conducir a asuntos concretos.

Bueno, el tema es que el teléfono había sido operado en Bogotá. Nos vinimos con todo el grupo y empezamos a hacer una sede de controles, averiguaciones claves, y efectivamente todas las informaciones, todas las pesquisas nos indicaban que Pablo Arauca se hallaba en la capital.

Lo lógico es que cuando el papá llega a la casa, los hijos se pellizcan: unos se ponen a barrer, otros a ordenar, otros a estudiar, otros a atender a quienes lleguen, o a atender al papá.

Igualmente cuando Pablo Arauca se presentó en la capital, la gente de su entorno se alteró: querían mostrarle que la casa estaba en orden, se generaron expectativas, movimientos. El objetivo había venido a esconderse, pero también a informarse de sus cosas.

Esto coincidió con una fuente que nos dijo:

—No sé qué sucede, pero por aquí hay un hombre que anda en grandes movimientos: hace reuniones, convoca a personas. Pienso que va a haber una fiesta, porque pidió que le llevaran licor y, además, un ponqué de chocolate.

Supimos también que la Mona se había entrevistado con alguien cercano al bandido y también terminó en Bogotá. A él lo teníamos controlado y cuando se movía de su casa para encontrarse con Pablo Arauca, duraba escondido dos, tres días y luego aparecía nuevamente.

Dentro de aquel movimiento encontramos también a unos gemelos, unos tales Pirañas, reconocidos narcotraficantes de la organización de Los Mellizos, y aparecieron ya no en la costa Caribe sino en Bogotá. Todo el mundo fingía que estaba trabajando de forma intensa. Nosotros observábamos y los localizábamos.

Gracias a aquellos controles, y a esa malicia aguda de nuestros investigadores, llegamos a un hombre conocido como el Pollo. Pero el Pollo era malicioso, generalmente no se bajaba de su vehículo, no salía de una zona determinada, procuraba estar siempre escondido, pero un día le puso una cita a otro bandido. Inmediatamente cubrimos el lugar. Se trataba de un sector llamado San Andresito del Norte, una concentración comercial muy concurrida en las afueras de Bogotá.

No sabíamos en qué vehículo iba a llegar el Pollo, no sabíamos tampoco si era flaco o gordo, negro o blanco, alto o bajo El había señalado que la cita sería a las diez de la mañana de un sábado, hora de gran afluencia en aquel lugar.

Nuestro grupo de investigadores llegó con diferentes fachadas: unos como vendedores de flores, otros de cigarrillos, de venta de minutos de celular, de agentes de tránsito, de policías normales, con blusas de negocios locales..

Se trataba reconocer a la persona. Nos tomamos el sector y comenzamos a hacer ciertas averiguaciones, a recorrer el terreno, cuántas calles había, cuántas salidas y cuántas entradas, cómo operaba el estacionamiento de autos..

En ese momento jugaba a nuestro favor un famoso embotellamiento de carros sobre la autopista Norte, en la cual está ubicado San Andresito. Era una fila muy larga causada por un centro comercial recién inaugurado en la zona, y aquella concentración nos ayudó, pues los carros permanecían inmóviles en el mismo sitio por cierto tiempo.

Nuestros hombres vestidos como guardias de tránsito observaban de forma detenida, pero como no se conocían ni el tipo de vehículo ni mucho menos al personaje... Sin embargo, cuando él llegó al lugar, avisó:

—Estoy en la estación de gasolina.

En aquel punto se hallaba uno de nuestros muchachos vendiendo minutos de celular, se le acercó y habló con él, le tomó una fotografía con el teléfono móvil y se retiró. Luego nos llamó:

—Va en una camioneta blanca, marca tal, modelo tal, placas tal, pero se acaba de mover y entró a un negocio aquí mismo. Efectivamente, vimos que la camioneta se movió hasta una especie de taller y luego de entrar, la puerta fue cerrada.

Estuvimos mucho tiempo esperando a que llegara otro carro pero no apareció nada.

Sabíamos que el Pollo era una persona muy prevenida y una intervención de cualquier policía de tránsito lo hacía sospechar y a lo mejor dejaría abandonado el vehículo o simplemente no se dirigiría a su destino. Se sabía que en aquella bodega iba a recibir alguna información y luego saldría para donde supuestamente estaba Pablo Arauca. Nuestra única opción era esperar a que nos llevara a algún sitio clave.

Al cabo de una hora la camioneta salió hacia la autopista para tomar el regreso a Bogotá y quedó atrapada en la fila interminable de vehículos.

Como la congestión era famosa y allí permanecía un enjambre de vendedores ambulantes, se trataba de que una de nuestras vendedoras le ofreciera algo.

Efectivamente una muchacha bonita se le acercó y a él le causó curiosidad ver a una chica como aquella vendiendo cosas, de manera que bajó el vidrio y le dijo algo.

Ella dio otro paso y le entabló conversación. Mientras tanto otro dé nuestros muchachos se fue hasta la camioneta, le dio un golpe con la mano a la parte contraria del conductor y dijo en voz alta algo como "Muévase".

En ese momento le colocó un dispositivo, el grito ahogó cualquier ruido y simultáneamente distrajo a los de la fila.

FERNANDO (Inteligencia)

Déjeme que vaya nuevamente atrás: por los controles que ejercíamos de forma continua, dedujimos que la Mona había empezado a llegar a Bogotá una y otra vez y se estaba contactando con unos sujetos muy urbanos. Tras esa pista logramos establecer que en el panorama había aparecido otro grupo criminal dirigido por un hombre al que le decían Coco.

Coco era quien mandaba en Bogotá. Aquí tenía organizada una infraestructura de seguridad muy compleja a base de taxis con radioteléfonos, celulares, otro medio de comunicación conocido como Avantel. La Mona hacia viajes muy largos y muy pesados a través de las montañas, unos trescientos kilómetros llegaba a un edificio en la ciudad y al parecer permanecía allí encerrado.

Pronto ubicamos el edificio y pronto nos dimos cuenta de que por allí se movían camionetas sospechosas, pero lo que complicaba las cosas era que el ingreso al edificio se hacía por una calle pega. Sin embargo, contábamos con que si por allí se movía la Mona, el objetivo tenía que hallarse cerca.

Para comenzar a resolver la cantidad de interrogantes que empezaban a plantearse, ubicaron a un oficial de Inteligencia en un edificio cercano y pronto se estableció que la Mona entraba y permanecía hasta la llegada de la noche en un apartamento, pero volvía a salir a eso de las siete en una camioneta, tomaba la autopista Norte y se perdía.

Al cabo de unos días establecimos que el Mellizo nunca había estado allí, sino que la Mona pasaba el día en ese lugar reunido con un sujeto apodado el Pollo, esperando la noche para poder salir a reunirse con el objetivo.

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