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Authors: J. K. Rowling

Tags: #fantasía, #infantil

Harry Potter y el Misterio del Príncipe (21 page)

BOOK: Harry Potter y el Misterio del Príncipe
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—Entonces, ¿es verdad que han visto un
inferius
? —preguntó Parvati Patil con voz chillona—. ¿Es verdad que los está utilizando?

—El Señor Tenebroso utilizó
inferi
en el pasado —respondió Snape—, y eso significa que deberíais deducir que puede volver a servirse de ellos. Veamos… —Echó a andar por el otro lado del aula hacia su mesa, y una vez más la clase entera lo observó desplazarse con su negra túnica ondeando—. Creo que sois novatos en el uso de hechizos no verbales. ¿Alguien sabe cuál es la gran ventaja de esos hechizos?

Hermione levantó la mano con decisión. Snape se tomó su tiempo y, tras mirar a los demás para asegurarse de que no tenía alternativa, dijo con tono cortante:

—Muy bien. ¿Señorita Granger?

—Tu adversario no sabe qué clase de magia vas a realizar, y eso te proporciona una ventaja momentánea.

—Una respuesta calcada casi palabra por palabra del
Libro reglamentario de hechizos
, sexto curso —repuso Snape con desdén (Malfoy, que estaba en un rincón, rió entre dientes)—, pero correcta en lo esencial. Sí, quienes aprenden a hacer magia sin vociferar los conjuros cuentan con un elemento de sorpresa en el momento de lanzar un hechizo. No todos los magos pueden hacerlo, por supuesto; es una cuestión de concentración y fuerza mental, de la que algunos… —una vez más su mirada se detuvo con malicia en Harry— carecen.

Harry comprendió que Snape estaba pensando en las fatídicas clases de Oclumancia del curso anterior, así que se negó a bajar la vista y miró con odio al profesor hasta que éste desvió la mirada.

—Ahora —continuó Snape— os colocaréis por parejas. Uno de vosotros intentará embrujar al otro, pero sin hablar, y el otro tratará de repeler el embrujo, también en silencio. Podéis empezar.

Aunque Snape no lo sabía, el curso anterior Harry había enseñado a realizar el encantamiento escudo al menos a la mitad de sus compañeros (a todos los que se habían apuntado al
ED
). Sin embargo, ninguno de ellos había lanzado el encantamiento sin hablar. Así pues, los alumnos pusieron manos a la obra. Muchos optaron por hacer trampas y pronunciaban el conjuro quedamente en lugar de a viva voz. Como era de esperar, al cabo de diez minutos Hermione consiguió repeler en completo silencio el embrujo piernas de gelatina que Neville había pronunciado en voz baja, una proeza que sin duda le habría valido veinte puntos para Gryffindor con cualquier profesor razonable (como pensó Harry con amargura), pero Snape lo ignoró olímpicamente. Éste, que parecía más que nunca un murciélago gigante, pasó entre Harry y Ron y se detuvo para observar cómo los dos amigos se empleaban a fondo en la tarea que les había impuesto.

Ron, lívido y con los labios apretados para no caer en la tentación de pronunciar el conjuro, intentaba embrujar a Harry, quien en ascuas mantenía la varita levantada, preparado para repeler un embrujo que no parecía que fuera a llegar nunca.

—Patético, Weasley —sentenció Snape al cabo de un rato—. Aparta, deja que te enseñe…

El profesor sacudió su varita en dirección a Harry tan deprisa que el muchacho reaccionó de manera instintiva y, olvidando que estaban practicando hechizos no verbales, gritó:


¡Protego!

Su encantamiento escudo fue tan fuerte que Snape perdió el equilibrio y se golpeó contra un pupitre. La clase en pleno se había dado la vuelta y vio cómo Snape se incorporaba, con el entrecejo fruncido.

—¿Te suena por casualidad que os haya mandado practicar hechizos no verbales, Potter?

—Sí —contestó fríamente.

—Sí, «señor» —lo corrigió Snape.

—No hace falta que me llame «señor», profesor —replicó Harry impulsivamente.

Varios alumnos soltaron grititos de asombro, entre ellos Hermione. Sin embargo, Ron, Dean y Seamus, que estaban detrás de Snape, sonrieron en señal de apreciación.

—Castigado. Te espero en mi despacho el sábado después de cenar —dictaminó Snape—. No acepto insolencias de nadie, Potter. Ni siquiera del «Elegido».

—¡Ha sido genial, Harry! —lo felicitó Ron poco después, cuando ya estaban a salvo y camino del recreo.

—No debiste decirlo —discrepó Hermione mirando a Ron con la frente fruncida—. ¿Qué te ha pasado?

—¡Intentaba embrujarme, por si no te diste cuenta! —se defendió Harry—. ¡Ya tuve que soportar bastante el curso pasado en las clases particulares de Oclumancia! ¿Por qué no utiliza a otro conejillo de Indias, para variar? ¿Y a qué juega Dumbledore? ¿Por qué le deja enseñar Defensa? ¿Habéis oído cómo hablaba de las artes oscuras? ¡Le encantan! Todo ese rollo de algo mudable e indestructible…

—Pues mira —lo interrumpió Hermione—, me ha recordado a ti.

—¿A mí?

—Sí, cuando nos contabas lo que uno siente cuando se enfrenta a Voldemort. Decías que no bastaba con memorizar un montón de hechizos y lanzarlos, porque en esas circunstancias lo único que te separaba de la muerte era tu propio cerebro o tus agallas. ¿Acaso no es lo mismo que decía Snape? ¿Que lo que cuenta es el valor y el ingenio?

Harry quedó tan desarmado al comprobar que Hermione consideraba sus palabras tan dignas de ser memorizadas como las del
Libro reglamentario de hechizos
, que no discutió.

—¡Harry! ¡Eh, Harry!

Jack Sloper, uno de los golpeadores del equipo de
quidditch
de Gryffindor del curso anterior, corría hacia él con un rollo de pergamino en la mano.

—Esto es para ti —dijo jadeando—. Oye, me he enterado de que eres el nuevo capitán. ¿Cuándo serán las pruebas de selección?

—Todavía no lo sé —contestó Harry, y pensó que Sloper iba a necesitar mucha suerte para volver a jugar en el equipo—. Ya te lo diré.

—De acuerdo. Espero que sean este fin de semana, porque…

Pero Harry ya no lo escuchaba; acababa de reconocer la pulcra y estilizada caligrafía de la hoja de pergamino. Dejó a Sloper con la palabra en la boca y se marchó precipitadamente con Ron y Hermione, desenrollando el pergamino por el camino.

Querido Harry
:

Me gustaría que iniciáramos nuestras clases particulares este sábado. Por favor, ven a mi despacho después de cenar. Espero que estés disfrutando de tu primer día en el colegio.

Atentamente
,

Albus Dumbledore

P.D.: Me encantan las píldoras acidas.

—¿Que le encantan las píldoras acidas? —se extrañó Ron, tras leer el mensaje por encima del hombro de Harry.

—Es la contraseña para que te deje pasar la gárgola que vigila la entrada de su despacho —explicó Harry en voz baja—. ¡Ja! ¡Esto no le va a hacer ninguna gracia a Snape! ¡No podré ir a cumplir el castigo!

Los tres amigos estuvieron todo el recreo especulando sobre lo que Dumbledore le enseñaría a Harry. Ron creía que serían embrujos y hechizos espectaculares, desconocidos incluso para los
mortífagos
. Hermione argumentó que esas cosas eran ilegales y consideró más probable que el director pretendiese que Harry aprendiera magia defensiva avanzada. Después del recreo, Hermione se marchó a su clase de Aritmancia y Harry y Ron regresaron a la sala común, donde empezaron a hacer de mala gana los deberes que les había puesto Snape. El trabajo era tan complejo que aún no lo habían terminado cuando Hermione se reunió con ellos en la hora libre después de comer (así que ella contribuyó a acelerar el proceso). En cuanto acabaron, sonó el timbre de la clase de dos horas de Pociones que tenían esa tarde, y juntos se encaminaron hacia la mazmorra que durante tanto tiempo había sido territorio de Snape.

Cuando llegaron al pasillo, comprobaron que tan sólo una docena de alumnos iban a cursar el nivel de
ÉXTASIS
. Crabbe y Goyle no habían conseguido la nota mínima requerida en sus
TIMOS
, pero otros cuatro alumnos de Slytherin sí la habían alcanzado, entre ellos Malfoy. También había cuatro alumnos de Ravenclaw y uno de Hufflepuff, Ernie Macmillan, que a Harry le caía bien pese a su ampulosa manera de hablar.

—Buenas tardes, Harry —dijo Ernie con solemnidad al verlo acercarse, y le tendió la mano—. Esta mañana, en Defensa Contra las Artes Oscuras, no hemos tenido ocasión de saludarnos. Ha sido una clase interesante, aunque los encantamientos escudo no son nada nuevo para nosotros, los veteranos del
ED
. ¡Hola, Ron! ¡Hola, Hermione! ¿Cómo estáis?

Apenas habían respondido con un breve «Bien» cuando se abrió la puerta de la mazmorra y la barriga de Slughorn salió por ella precediéndolo. Mientras los alumnos entraban en fila en el aula, el enorme bigote de morsa de Slughorn se curvó hacia arriba debido a la radiante sonrisa del profesor, quien saludó con especial entusiasmo a Harry y Zabini.

La mazmorra ya estaba llena de vapores y extraños olores, lo cual sorprendió a los alumnos. Harry, Ron y Hermione olfatearon con interés al pasar por delante de unos grandes y burbujeantes calderos. Los cuatro alumnos de Slytherin se sentaron juntos a una mesa, y lo mismo hicieron los cuatro de Ravenclaw. Harry y sus dos amigos tuvieron que compartir mesa con Ernie. Eligieron la que estaba más cerca de un caldero dorado que rezumaba uno de los aromas más seductores que Harry había inhalado jamás: una extraña mezcla de tarta de melaza, palo de escoba y algo floral que le parecía haber olido en La Madriguera. Se dio cuenta de que respiraba lenta y acompasadamente y que los vapores de la poción se estaban propagando por su cuerpo como si fueran una bebida. Lo embargó una gran satisfacción y miró sonriendo a Ron, que le devolvió una sonrisa perezosa.

—Muy bien, muy bien —dijo Slughorn, cuyo colosal contorno oscilaba detrás de las diversas nubes de vapor—. Sacad las balanzas y el material de pociones, y no olvidéis los ejemplares de
Elaboración de pociones avanzadas

—Señor… —dijo Harry levantando la mano.

—¿Qué pasa, Harry?

—No tengo libro, ni balanza, ni nada. Y Ron tampoco. Verá, es que no sabíamos que podríamos cursar el
ÉXTASIS
de Pociones…

—¡Ah, sí! Ya me lo ha comentado la profesora McGonagall. No te preocupes, amigo mío, no pasa nada. Hoy podéis utilizar los ingredientes del armario de material, y estoy seguro de que encontraremos alguna balanza. Además, aquí hay unos libros de texto de otros años que servirán hasta que podáis escribir a Flourish y Blotts…

Slughorn se dirigió hacia un armario que había en un rincón y, tras hurgar en él, regresó con dos ejemplares viejos de
Elaboración de pociones avanzadas
, de Libatius Borage, que entregó a Harry y Ron junto con dos deslustradas balanzas.

—Muy bien —dijo, y regresó al fondo de la clase hinchando el pecho, ya muy abultado, hasta tal punto que los botones del chaleco amenazaron con desprendérsele—. He preparado algunas pociones para que les echéis un vistazo. Es de esas cosas que deberíais poder hacer cuando hayáis terminado el
ÉXTASIS
. Seguro que habréis oído hablar de ellas, aunque nunca las hayáis preparado. ¿Alguien puede decirme cuál es ésta?

Señaló el caldero más cercano a la mesa de Slytherin. Harry se levantó un poco del asiento y vio que en el cacharro hervía un líquido que parecía agua normal y corriente.

La bien adiestrada mano de Hermione se alzó antes que ninguna otra; Slughorn la señaló.

—Es
Veritaserum
, una poción incolora e inodora que obliga a quien la bebe a decir la verdad —contestó Hermione.

—¡Estupendo, estupendo! —la felicitó el profesor, muy complacido—. Esta otra —continuó, y señaló el caldero cercano a la mesa de Ravenclaw— es muy conocida y últimamente aparece en unos folletos distribuidos por el ministerio. ¿Alguien sabe…?

La mano de Hermione volvió a ser la más rápida.

—Es poción
multijugos
, señor —dijo.

Harry también había reconocido la sustancia, que borboteaba con lentitud y tenía una consistencia parecida a la del lodo, pero no le molestó que Hermione contestara una vez más al profesor; al fin y al cabo, era ella quien había conseguido prepararla en su segundo año en Hogwarts.

—¡Excelente, excelente! Y ahora, esta de aquí… ¿Sí, querida? —dijo Slughorn mirando con cierto desconcierto a Hermione, que volvía a tener la mano levantada.

—¡Es Amortentia!

—En efecto. Bien, parece innecesario preguntarlo —dijo Slughorn, impresionado—, pero supongo que sabes qué efecto produce, ¿verdad?

—Es el filtro de amor más potente que existe —respondió Hermione.

—¡Exacto! La has reconocido por su característico brillo nacarado, ¿no?

—Sí, y porque el vapor asciende formando unas inconfundibles espirales —agregó ella con entusiasmo—. Y se supone que para cada uno tiene un olor diferente, según lo que nos atraiga. Yo huelo a césped recién cortado y a pergamino nuevo y a… —Pero se sonrojó un poco y no terminó la frase.

—¿Puedes decirme tu nombre, querida? —le preguntó Slughorn sin reparar en su bochorno.

—Me llamo Hermione Granger, señor.

—¿Granger? ¿Granger? ¿Tienes algún parentesco con Héctor Dagworth-Granger, fundador de la Rimbombante Sociedad de Amigos de las Pociones?

—No, me parece que no, señor. Yo soy hija de
muggles
.

Harry vio cómo Malfoy se inclinaba hacia Nott para decirle algo al oído y ambos reían por lo bajo. Slughorn sonrió radiante y miró a Harry, sentado al lado de Hermione.

—¡Aja! ¡«Una de mis mejores amigas es hija de
muggles
y es la mejor alumna de mi curso»! Deduzco que ésta es la amiga de que me hablaste, ¿no, Harry?

—Sí, señor.

—Vaya, vaya. Veinte bien merecidos puntos para Gryffindor, señorita Granger —concedió afablemente Slughorn.

Malfoy puso la misma cara que la vez que Hermione le pegó un puñetazo en la cara. Ella miró a Harry con expresión radiante y le susurró:

—¿De verdad le dijiste que era la mejor del curso? ¡Oh, Harry!

—¿Y qué tiene eso de raro? —repuso en voz baja Ron, que por algún motivo parecía contrariado—. ¡Eres la mejor del curso! ¡Yo también se lo habría dicho si me lo hubiera preguntado!

Hermione sonrió y se llevó un dedo índice a los labios, pidiendo silencio para escuchar al profesor. Ron arrugó la frente.

—Por supuesto, la Amortentia no crea amor. Es imposible crear o imitar el amor. Sólo produce un intenso encaprichamiento, una obsesión. Probablemente sea la poción más peligrosa y poderosa de todas las que hay en esta sala. Sí, ya lo creo —insistió, y asintió con gesto grave hacia Malfoy y Nott, que sonreían con escepticismo—. Cuando hayáis vivido tanto como yo, no subestimaréis el poder del amor obsesivo… Bien, y ahora ha llegado el momento de ponerse a trabajar.

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