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Authors: Dave Wolverton

El Resurgir de la Fuerza (6 page)

BOOK: El Resurgir de la Fuerza
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—Jedi —dijo Jemba—, tú te consideras un hombre justo, pero cuando los hutts y los humanos discuten, incluso el más justo de los hombres se pone en mi contra —la voz del hutt resonaba con un tono venenoso—. Si es guerra lo que quiere, la tendrá. ¡Y si te pones de su lado, te juro que te aplastaré como a una fruta podrida! ¡Tu posición de Jedi no te protegerá!

La amenaza estaba en el aire. El hutt hablaba en serio y estaba dispuesto a matar a cualquiera que se interpusiera en su camino. Obi-Wan nunca había conocido a una criatura con tanta maldad.

Obi-Wan pensó que sería fácil resolver la situación. El hutt era vulnerable, atrapado como estaba en el pequeño recibidor anterior a la enfermería. Qui-Gon podía sacar su sable láser, apuntar hacia delante y partir al hutt por la mitad.

Pero Qui-Gon se limitó a afirmar con la cabeza.

—Gracias por la advertencia —dijo.

Por supuesto
, se dio cuenta Obi-Wan.
La advertencia es un regalo
.

Jemba asintió como si se sintiese satisfecho, y después se marchó por el pasillo. Clat'Ha dejó escapar un largo suspiro.

—Bueno, todo salió bien —murmuró y, a continuación, se fue corriendo hacia la puerta—. Tengo que advertir a mi gente. Si esto no es la guerra, es algo muy parecido.

Clat'Ha salió corriendo.

Qui-Gon negó con la cabeza en actitud triste.

—Hay un odio muy fuerte entre ellos. Ninguno escucha.

—No entiendo —dijo Obi-Wan—. ¿Por qué dejaste que el hutt se fuera? Puede que sea inocente del crimen del cual se le acusa, pero estoy seguro de que es culpable de los otros.

—Sí, es culpable —reconoció Qui-Gon—. Pero Clat'Ha sabe defenderse por sí misma. Como Jedi, nosotros tenemos que luchar solamente por aquellos que no tienen otro modo de defenderse.

—De todas maneras, el que ha saboteado las tuneladoras ha tenido que ser uno de los secuaces de Jemba. ¿Por qué no trata él de averiguar quién ha sido? —preguntó Obi-Wan.

Qui-Gon le respondió:

—Porque si uno de los trabajadores de Jemba lo hizo, esto le acarrearía problemas con las autoridades mineras. Sería expulsado de Bandomeer para siempre. Lo sabe, así que no quiere que nadie le señale.

—Ah —dijo Si Treemba—. Y Clat'Ha debe saberlo también. Si alguien se entera de que uno de sus trabajadores intentó inculpar a Jemba, las autoridades mineras se pondrán furiosas.

—Pero no debería ser tan difícil descubrir quién ha saboteado las tuneladoras —apuntó Obi-Wan emocionado.

Qui-Gon frunció las cejas.

—Eso no es asunto tuyo —le advirtió—. Si vas por ahí buscando esos termostatos, lo único que encontrarás serán problemas. Aléjate de todo esto. Y aléjate además del lado Offworld de la nave. No estás recuperado todavía, Obi-Wan.

Dicho esto. Qui-Gon se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Obi-Wan esperó unos segundos. Entonces, con cuidado, se levantó de la cama.

—¡Pero el Jedi te ha dicho que todavía no estás recuperado! —gritó Treemba preocupado.

—Si Treemba —dijo Obi-Wan tranquilamente—, ¿qué tamaño tienen esos termostatos?

—No son grandes —Si Treemba marcó con sus manos una distancia de unos ocho centímetros—. No son difíciles de esconder.

—Si nosotros encontramos esos termostatos, sabremos quién lo hizo —aseguró Obi-Wan.

—Eso es cierto, Obi-Wan —Si Treemba mostró su acuerdo. Luego se paró y emitió un extraño siseo—. Lo sentimos, pero cuando tú dices "nosotros"...

—Me refiero a ti y a mí —dijo Obi-Wan.

—Ah —contestó Si Treemba. Su piel grisácea empezó a palidecer—. Tendremos que ir al lado Offworld de la nave.

—Lo sé —dijo Obi-Wan tranquilamente.

Conocía el riesgo, y Qui-Gon le había ordenado que no lo hiciera, pero él no era su aprendiz. No tenía el honor de estar obligado a obedecerle.

Sin duda, Qui-Gon pensaba en el poco valor de la tarea que le esperaba más adelante, pero las dudas de Qui-Gon se esfumaban al lado de los principios de los Jedi. Había que hacer siempre Justicia.

—Si Treemba, Clat'Ha es muy valiente —explicó Obi-Wan—. Pero Jemba es muy poderoso en su parte de la nave. Es tan malvado como despiadado, no se detiene ante nada. Sin embargo, alguien tiene que pararle los pies. Es algo tan simple y tan difícil como eso. Entiendo que no me quieras ayudar. De verdad. Seguiremos siendo amigos igual.

Si Treemba tragó saliva.

—Te seguiremos, Obi Wan —dijo

Capítulo 9

El sentido de la responsabilidad de Obi-Wan le hizo sentirse fuerte otra vez. Si Treemba y él decidieron buscar en la parte arcona de la
Monument
. Tenía sentido eliminar primero la parte fácil de la tarea.

Obi-Wan y Si Treemba buscaron sin resultar sospechosos en las cocinas, los almacenes, las habitaciones de entrenamiento y los comedores. Si Treemba llevó a Obi-Wan incluso hasta los vertederos. No hallaron ninguna pista sobre los termostatos robados.

—Tenemos que buscar por las habitaciones, Si Treemba —dijo Obi-Wan quitándose un resto de basura que llevaba en el pelo.

Suspiró. Había más de cuatrocientos mineros arconas en sus habitaciones. Iba a ser difícil que les dejaran mirar en sus estancias.

—No habrá problema —replicó Si Treemba.

Obi-Wan había olvidado cómo pensaban los arconas. No utilizaban las palabras "yo" o "mío". Así que Si Treemba anduvo habitación por habitación, mirando en cada litera y en cada armario. Una docena de veces los arconas preguntaron:

—¿Qué estamos haciendo?

Si Treemba siempre contestaba:

—Estamos buscando algo que se ha perdido.

A lo que los arconas preguntaban:

—¿Podemos ayudarte a encontrarlo?

Y Si Treemba contestaba:

—No necesitamos ayuda.

Y, entonces, Si Treemba y Obi-Wan registraban la habitación y después se marchaban.

Pero no todos los trabajadores de la Corporación Minera Arcona eran arconas. Algunos eran meerianos, pequeños y con el pelo plateado, que volvían a Bandomeer y otros eran humanos. Obi-Wan tenía que tratar con ellos con cuidado. Más de una vez tuvo que usar la Fuerza para convencer a algún fornido minero de que le dejara registrar su habitación.

Era un trabajo muy cansado para alguien que todavía se estaba recuperando, pero Obi-Wan ignoró su dolor y su debilidad. Un Jedi no se deja dominar por esos sentimientos.

Después de un día intenso, Obi-Wan y Si Treemba fueron a las cocinas a tomar una comida tardía. Obi-Wan engulló un ave asada con pétalos de Alderaan, y Si hongos cubiertos de dactilos, una especie de amoníaco cristalizado amarillo. La comida del arcona olía..., bueno, lo de los hongos no estaba mal, pero el dactilo olía como si fuese veneno.

Obi-Wan arrugó la nariz.

—¿Cómo puede alguien comerse eso?

Si Treemba sonrió. Sus ojos brillaban.

—Algunas criaturas se preguntan cómo los humanos pueden beber agua, y, sin embargo, a ti te encanta. El amoníaco es tan necesario para nosotros como el agua lo es para vosotros.

Dicho esto, Si cogió un par de crujientes piedras amarillas y se las metió en la boca como si fuesen un dulce.

Cuando Obi-Wan estiró el brazo para coger la sal. Si Treemba retiró su plato horrorizado.

—La sal aumenta nuestra necesidad de dactilos —explicó Si Treemba—. Es una sustancia muy peligrosa para los arconas.

Obi-Wan echó sal en su comida.

—Supongo que cada uno tenemos nuestros propios venenos —dijo alegremente, dando un bocado.

Si Treemba sonrió abiertamente y comió su dactilo. Era casi como estar de vuelta en el Templo, comiendo con Bant o Reeft, pensó Obi-Wan. Echaba de menos a sus amigos, pero, cuanto más tiempo pasaba con Si, más a gusto se encontraba con él. El arcona tenía una valentía y una determinación que le habían impresionado. Obi-Wan era consciente de que para un arcona requería un gran valor el salirse del grupo y ayudar a un extraño.

—¿Sabes? —preguntó Obi-Wan—; hay una cosa que no entiendo. Jemba montó un buen numerito, pero tengo la sensación de que tiene miedo de Clat’Ha y los arconas.

Si Treemba tragó lo que tenía en la boca, que estaba llena de dactilo y de hongos.

—Creemos que tienes razón, Obi-Wan. Nos tiene miedo. Aunque no lo hagamos a propósito, sabe que nosotros le destruiremos.

—¿A qué te refieres? —preguntó Obi-Wan.

—En las Minas Offworld, los jefes y encargados se hacen ricos, pero los obreros comunes no ganan nada. Algunos de ellos son esclavos. Pero en la Corporación Minera Arcona no tenemos jefes ni supervisores. Cada obrero participa en los beneficios. Esto no preocupaba a Offworld hasta que Clat'Ha fue nombrada jefa de operaciones. Ella quiere expandir nuestra actividad. Así que contacta con los mejores obreros de Offworld. Si son esclavos, se ofrece a comprarlos y a hacerles libres si trabajan para nosotros. Si han firmado contratos de trabajo, les ofrece otro.

—Parece justo —dijo Obi-Wan.

—Es justo —coincidió Si Treemba—. Es por eso exactamente por lo que Jemba nos tiene miedo. Muchos de sus buenos trabajadores quieren venirse con nosotros. Si esto ocurre, sólo los malos trabajadores se quedarán en Offworld.

—Ya veo —dijo Obi-Wan—. Así que, en unos pocos años, Jemba sólo tendrá jefes, sin nadie a quien mandar. Y eso no le gustaría nada.

Si Treemba sonrío y después se puso serio.

—Pero Jemba está parándonos los pies. Ha subido el precio de los contratados y de los esclavos. No podremos contratar durante mucho tiempo a trabajadores de Offworld.

Obi-Wan empezaba a comprobar que la galaxia era un lugar mucho más complicado de lo que pensaba. El Templo le había preparado para muchas cosas, pero no para esto. Aunque siempre había sabido que en la mayoría de los mundos de la galaxia había esclavos ilegales, había asumido que era una circunstancia poco habitual, pero aquí había cientos de trabajadores atrapados en una práctica ilegal.

Obi-Wan estaba horrorizado ante la idea de la esclavitud. Offworld había pagado mucho dinero por comprar y entrenar a los esclavos, y la compañía no estaba dispuesta a venderlos baratos o a dejarles marchar sin oponer resistencia. Clat'Ha tenía razón cuando le había dicho a Obi-Wan que se había metido en una guerra. Esta batalla se podría extender por las explotaciones mineras de cientos de mundos.

Deseaba poder correr al otro lado de la nave, sable láser en mano, y arreglarlo todo; pero sabía que ésa no era la mejor manera de actuar. Tenía que encontrar los termostatos. Mostrarlos era la única manera de combatir a Jemba.

Retiró su plato.

—Hemos buscado por todas partes en esta mitad de la nave, Si —dijo. Los termostatos tienen que estar en territorio de Offworld.

El joven arcona inspiró profundamente y luego soltó el aire poco a poco.

—Bien. Estamos encantados.

—¿Encantados? —preguntó Obi-Wan—. Pero si tenemos que invadir el territorio de Offworld. Pensé que le tenías pánico a los hutts.

—Sí que lo tenemos —contestó Si Treemba—, pero, aun así, estamos encantados de que los termostatos no estén aquí porque eso significa que somos inocentes. Alguien de la Compañía Minera de Offworld está tratando de asesinarnos.

—Sí, ya entiendo por qué es reconfortante —bromeó Obi-Wan, que había comprendido lo que quería decir Si Treemba.

Los arconas se incubaban en huevos colocados en un enorme nido, con cientos de hermanos y hermanas con los que crecían al mismo tiempo. Desde su juventud, se les enseñaba a pensar como un grupo. La sospecha de que uno de los arconas, un hermano o hermana de Si, pudiera hacer algo que dañara o avergonzara al grupo había aterrorizado al joven arcona.

—¿Así que estás dispuesto a buscar en territorio hutt? —preguntó Obi-Wan—. Tenemos que buscar una manera de husmear por allí.

Si Treemba retiró su plato de hongos y dactilos.

—Como dijimos antes, Obi-Wan, te seguiremos.

Obi-Wan sonrió.

—Puede que te arrepientas de haber dicho eso.

Capítulo 10

Obi-Wan y Si Treemba gatearon por los conductos del aire hasta una rejilla que daba a una habitación oscura. Un whiphid enorme estaba tumbado durmiendo en una litera, como si fuera una bola de piel maloliente. El olor a cerveza dresselliana barata llenaba la habitación.

La estancia, como el resto de las que Obi-Wan había visto ese día, parecía un Monumento a la suciedad. Las ropas del whiphid, pieles de mala calidad de Toola, su mundo de origen, estaban sucias. Había montones de calaveras de animales coloreadas y apiladas en cada esquina, como trofeos de caza. Pero lo peor que pudo ver Obi-Wan fue lo que los hutts habían ido amontonando en el suelo de la habitación: partes peludas de animales a medio comer. El joven aprendiz estudió la tenebrosa escena durante más de un minuto. El whiphid estaba probablemente borracho. Si no. habría estado fuera jugando con sus amigos al sabac o a cualquier otro juego de cartas.

Pero algo iba mal. Tal vez el whiphid fingía dormir. Podría ser una trampa.

Obi-Wan intentó mirar más a fondo la habitación y, aunque no podía ver bien las esquinas de la estancia, a excepción del whiphid, parecía vacía.

Su incomodidad crecía. Podía sentir las ondas negativas que le llegaban desde la Fuerza, pero, ¿qué significaban? La maldad se extendía por ese lado de la nave como aire envenenado. Habían buscado ya en algunas habitaciones y habían encontrado armas ilegales, pistolas antidisturbios y granadas biológicas. Incluso habían hallado un pequeño cofre con chips de crédito que debían haber sido robados en algún botín. Pero ni rastro de los termostatos.

Volvió a fijarse en el whiphid. Estaba tumbado en su compartimento. Debajo de su cabeza, Obi-Wan pudo ver un arma medio oculta. Entre criaturas de ese tipo, dormir con un arma era lo normal.

Obi-Wan prestó atención a la respiración del whiphid. Respiraba poco profundamente y de una manera un poco incómoda para estar descansando. Si estaba dormido, su sueño no era muy profundo.

En el pasado, y demasiado frecuentemente, la impaciencia de Obi-Wan le había metido en problemas. Esta vez decidió confiar en sus instintos.

Con cuidado y en silencio. Obi-Wan cruzó por encima de la habitación y miró hacia atrás por el estrecho conducto de aire. Si Treemba seguía agachado. El pobre arcona apenas podía mover su enorme cabeza triangular a través del hueco.

En ese momento. Si Treemba golpeó con su cabeza el conducto metálico, produciendo un ligero ruido. Obi-Wan se encogió.

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